miércoles, 12 de diciembre de 2012


Los comienzos siempre son difíciles. Esta frase la hemos oído casi todos alguna vez en nuestra vida, generalmente asociada a un principio en el que algo nos ha ido mal cuando no debería haber sido así. También tenemos lo de empezar con buen pié. O con el pie derecho, si bien es verdad que no es mi intención meterme en política tan pronto. Incluso tenemos la certeza absoluta de que la primera impresión es la que cuenta. En cualquier caso, parece que le concedemos bastante importancia a cómo se empieza algo.

A mí no me importa mucho como comenzar con esto. Me temo que no voy a seguir las leyes de los que saben: diseño atractivo, información valiosa, actualización constante, captación de seguidores, etc. No soy un experto en el diseño de blogs, lo cual salta a la vista. Mi información, si es que puedo darle ese nombre dudoso, muy posiblemente, no sea valiosa más que para mí mismo y, quizá, para algunas pocas personas con demasiado tiempo libre para perderlo leyéndome. En cuanto a la actualización y los seguidores, no tengo la suerte de contar aún con un gran grupo de aficionados que difundan mi palabra a través de las redes sociales, por lo que nadie me apremia para que publique con amenazas veladas.

Si creo que no tengo nada que decir o que lo que digo no tiene la calidad suficiente para aportar un nuevo punto de vista sobre algo, no seguiré con esto. Hay demasiados escritores, perdón, personas que escriben. Para los diferentes diarios o por ellos. Porque quieren hacerlo o porque ganan dinero haciéndolo. El mercado es amplio, podemos elegir ideología y temática.

De momento, quiero escribir sobre algo. Sobre los pesos invisibles.

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